Había cerrado las ventanas, pero dejé la puerta entornada,
un montón de hojas se agolpaban en la entrada,
el viento las trajo, pensaba...
Allí había,
hojas grandes y marrones,
arrugadas,
sabias,
cansadas,
hojas rojas, apasionadas,
tersas,
suaves,
lanceadas,
otras amarillas, en plena floración inacabada,
añorando la vida de su savia,
entristecidas; “tiraron la toalla”,
alguna quedó a medias,
bicolor,
seguro fué tras una lucha encarnizada.
Debajo de todas ellas,
una pequeña hoja verde,
respiró
y se sintió liberada,
sin tapujos y con gracia,
alzó el vuelo y jugó conmigo
a perseguirla por toda la casa,
me entregué a su magia,
a sus ganas de volar,
y a su constancia,
sólo entonces olvidé,
los sinsabores de las hojas amontonadas en la entrada...
BLo (Santiago de Compostela 2016)
A mi hijo Diego
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